Seguro que me has visto en algún lugar.

Sin embargo, cuando estoy ante ti, piensas que soy una desconocida.

Permíteme una corrección: Soy la reina del disfraz.

Y gracias a ello, me doy el gusto de ser cruda, directa y ofensiva.

Te voy a torturar con lo que me gusta y lo que me desangra.



domingo, 20 de marzo de 2011

Y cambio de aspecto

¿No has tenido nunca la sensación de que lo que no ves, lo que no tienes delante, en realidad no existe? Yo la tengo de manera permanente. Todo lo que he dejado atrás no existe. Ahora mismo, todos los lugares por los que he pasado y los paisajes visitados no existen. Cualquier objeto visto o tocado con anterioridad, ha dejado de tener significado. Tampoco existen mis amigos y amigas. Ni siquiera Tirza. Ya me he olvidado de ella. De todo lo que representa para mí. El hecho de que esté tan lejos, de que se haya quedado atrás mientras yo avanzaba hacia delante, es demasiado significativo para mi percepción.

Lavinia sí existe. Nada tiene que ver con la persona que en el censo seguirá apareciendo en España con otra identidad. Cuando salí de mi antigua residencia, lo hice perfectamente camuflada. Disfrazada, como siempre solía al exponerme a la mirada pública. Un taxi me esperaba en la puerta. Me llevó derecha al aeropuerto, donde volví a transformarme por completo. Hay una serie de elementos muy útiles a la hora de cambiar de apariencia, con los que suelo jugar. Y las pelucas constituyen un verdadero comodín. Entré con un flequillo negro asomando bajo un pañuelo estampado, gafas oscuras y un sofisticado lápiz de labios.

Y salí con una larga melena castaña recogida en una coleta alta e informal. Un aire menos sofisticado con prendas urbanas y más desenfadado en el maquillaje. Fue así como subí al avión, mostrando un pasaporte adecuado, creado para la ocasión. Con un aspecto saludable, al que contribuía el exceso de ropa. Sin embargo, aquí no llegué de esa guisa.

Mi vecino "el guapo" me conoció sin gafas. Con el pelo rubio, cortito... Con un aspecto que me va a ayudar a pasar desapercibida en esta ciudad. He adelgazado de manera considerable en los últimos meses y he renunciado al calzado de tacón. Mi apariencia es la de una chica que apenas se acaba de hacer adulta, lo cual se ve respaldado por la ropa juvenil con la que defino mi nuevo estilo.




En estos momentos, mi casa también existe. Con su estilo victoriano, sus muebles clásicos, su decoración elemental y su limpieza a fondo recién hecha . He llevado las cortinas a la tintorería. El lavavajillas no ha parado de funcionar para poner a punto la cubertería, la vajilla completa, la cristalería, las fuentes y los juegos de té y café. La vitrina y el aparador han sido rediseñados tras el saneado exhaustivo. Me he deshecho de las mantelerías raídas, he revisado al detalle los armarios, y he adquirido nueva ropa de cama. Después de llevar al trastero todo lo que no voy a usar, las estancias me parecen más espaciosas. Llenas de posibilidades. Desde luego, el trastero ha dejado de existir más allá de la puerta. Tan sólo es una puerta.

Quién sabe si algún día volveré a abrirla. Con mucha suerte lograré hacer extensible mi capacidad de olvido a las cosas físicas y cuando me decida a traspasarla, igual me encuentro con que puedo aventurarme en una sala vacía. Vacía o vaciada de todo lo que otros fueron dejando para que al reunirlo dejara de existir. Un pasaje a otra dimensión donde lo que entra no vuelve a salir.

O puede que aprenda a clasificar todo lo que en apariencia es inútil, o lo que por una temporada ha dejado de servir. Si lo consigo, volveré a jugar.

Acabo de descubrir lo divertido que es saber ignorar lo que nos dispersa, y centrarse en lo que nos aporta beneficios, sean del tipo que sean. Ahora que sé lo que existe y lo que no, me apetece incluir en mi porción de realidad a otra persona. Le pedí a Enrique un par de días para acondicionar la casa y es lo que he necesitado. No está del todo a mi gusto, pero está decente. Tan decente es el aspecto de mi casa como el mío.

Para mañana tengo plan.

sábado, 5 de marzo de 2011

Cambio de sentir

Ligar es algo que sube la moral. Me encanta que me piropeen, o simplemente saber que alguien me observa con deleite. Da igual si es hombre o mujer, si piensa que tengo una bonita figura o si me encuentra interesante. En cualquier caso, es un placer sentirse deseada. Y no concibo que cualquiera que se valore lo suficiente no esté de acuerdo conmigo.

No soy vanidosa, y no diré que tengo un mal día si salgo a la calle y no me siento reconocida. No busco un reconocimiento a mi belleza, a todo lo que destilo y los otros captan. Pretendo ir más allá. El mal día, en mi caso, supondría no sentirme alagada por una actitud cercana. Normalmente, existe alguien dispuesto a dejarse llevar por ese tipo de situaciones a las que empiezo a volverme adicta. Y eso implica un riesgo considerable, puesto que no soy una persona de adicciones.

Sin embargo, hoy recuerdo a una persona que estimula mi lado intrépido, que me anima a participar en altercados morales, haciéndome cómplice de sus escenas y queriendo protagonizar las mías propias. Ella es Tirza.

Tirza no es mi hermana, ni mi amiga, ni mi amante, ni mi alma gemela. Está por encima de cualquier término. Ella es el complemento a mi parte física y mental. Lo que empieza cuando acabo yo.

Cuando coincidimos en la misma realidad, en el mismo plano, todo es diferente. Ejerce sobre mí tal influencia, que parece que la vida me sonríe. Y yo me parapeto tras su risa, tras su mirada oscura y profunda, tras su acento venezolano, cálido y musical. Igual que ella se escuda en mi altura, y en mi porte. Ambas nos tenemos la una a la otra para disfrutar de todos los placeres de la vida, para sabernos dos partes de un todo, para sentirnos amadas y comprendidas.



Hace tiempo que no nos vemos... La última vez fue el pasado invierno, en su tierra. Y la vez anterior fue en mi casa. En mi antigua casa. La he llamado esta mañana, por fin. Le he contado que me he marchado para cambiar de identidad, como siempre hago cuando me canso de lo que tengo. Que he llegado a otra parte de Europa y que si decide visitarme prometo conocer previamente a fondo la ciudad para llevarla a todos los rincones ocultos y secretos, que sólo yo soy capaz de descubrir.

También le he hablado de Enrique. No he podido evitarlo. De su rostro de modelo de fotografía, de su detalle la otra tarde para darme la bienvenida, de su curiosa manera de expresarse. Tirza sabe que no me dejo impresionar por nadie, que aunque se me caiga la baba, no doy muestras de estar babeando. Tengo una fachada bien trabajada y una reputación. Que nadie salvo ella conoce.

Tirza... Me gustaría tenerla conmigo ahora mismo. Abrazarla muy fuerte, como a ella le gusta, contemplar su piel morena de manera íntegra, compartir un baño caliente, con burbujas, y luego la cama. Es fantástico dormir con ella. Tan silenciosa, tan leve en sus movimientos, tan adorable en su quietud y en su sueño. Yo no puedo dormir cuando la tengo pegada a mí. Me limito a mirarla, a aspirar su aroma exótico, a recargarme de su magia, de su protección frente al mundo atroz que trata de devorarnos.

El caso es que ha vuelto a darme un "sí". Ha prometido venir a verme. Me ha dicho que, si no hay ningún problema, nos veremos a lo sumo en un mes. Y todo lo que intento ocultar ha renacido con más fuerza que nunca. Con el recuerdo de su voz aún en mis oídos, con la anticipación de nuestro reencuentro palpitando en mi imaginación, se ha abierto ante mí una nueva manera de sentir. Hoy he descubierto que no es cierto lo que me repito cada vez que ella está conmigo. No me estimula a desarrollar mi vena creativa, sino que encarna mi creatividad. No podría dedicarme al arte de no haberla conocido. Y por primera vez en mi vida, siendo consciente de un pensamiento tan sincero, me he sentido triste y melancólica.

Ansiosa por su ausencia.